EN ESTADO DE DESORDEN…
En una de las dos mil dosis extra de convivencia familiar que nos está proporcionando este confinamiento, me encontré una panorámica del salón de casa que incluía a mi hijo mayor de 1º de la ESO, en el rincón de la mesa con el portátil atendiendo a lo que se suponía, por el horario, una sesión de CLASSROOM. Me rechinó inmediatamente en la composición visual la bolsa de patatas fritas, autopsiada por la mitad y con su contenido completamente degustado, a excepción de 4 migas inaprovechables, que al no poderse aprovechar, acabaron uniformemente repartidas por el entorno más cercano del alumno en cuestión en las tres dimensiones espaciales. Efectivamente, pueden cundir mucho 4 migas de patatas.
Otra cosa no, pero esta experiencia me está dotando de un amplísimo catálogo de reacciones ante este tipo de situaciones, la elección de una u otra en cada momento resulta que no es algo sujeto a mi voluntad y racionalidad, depende mayormente de uno de los incontrolables de la especie humana: el estado de ánimo, que a su vez, depende de infinitos factores, todos ellos variables, incontrolables y personales…así que esta vez tocó que saliera desde lo más profundo de las entrañas el monstruo del Lago Ness que llevo dentro ( llevo también para ocasiones a Satanás, Anaconda y a la Niña del Exorcista) impartiendo justicia a grito pelado: ¡¡¡¡¡¿¿¿PERO ES QUE TÚ TE PONES A COMER PATATAS FRITAS EN CLASE NORMAL???!!! Esto así gritado 3 veces y apuntillado con un ¡¡¡VAMOS, DIME!!!¡¡DIME, DIME!!!...Bien, su respuesta, desde la insolencia de la adolescencia y desde el descaro de los adolescentes de esta generación, fue: -No, claro que no. Por eso aprovecho ahora que puedo-. Y me quedé sin argumentos de respuesta.
Seguramente otros padres/madres hubiesen contestado adecuadamente y de forma coherente con su manera de pensar. El caso es que yo, llevo desde el inicio de esta crisis rebelándome contra las recomendaciones de todos los estamentos que nos aconsejan gestionar este confinamiento desde la rutina y el orden, con pequeños permisos para el desmadre y liberación de las emociones debidamente acotados en horarios y espacios. Y el caso es que la respuesta de mi hijo llegó precisamente a ese punto. Si tenemos que vivir este período de una manera tan radicalmente diferente ¿por qué no aprovecharlo para experimentar?, ¿por qué no salir de la rutina? ¿porqué no aprovecharlo para descubrir y descubrirnos?. Eso implica ciertos riesgos, claro. Como que lo que encontremos, en ocasiones no nos guste y que para cambiarlo tendríamos que tirar ciertos pilares sobre los que sostenemos lo que hasta ahora es/era una vida satisfactoria. Cuando esto ya te ha tocado hacerlo alguna vez en tu vida, ( siempre forzado, los humanos somos patológicamente resistentes al cambio) sabes que viene precedido de tormenta, miedo y caos, que después, llega la calma y la reubicación, y que habrá cosas que vuelvan donde antes estaban, otras que desaparezcan y muchas nuevas y diferentes. Si lo gestionamos bien, abiertos, sin resistencias, saldremos mejorados, seguro.
Mi reflexión para este blog llega hasta aquí. Quiero dedicársela a quien en su día me colocó en el sitio desde donde tenía que mirar mi vida ( Olga, te sigo llevando todo el rato).
PD.: Ya no hay patatas fritas accesibles en casa, a veces los ensayos acaban en error… que me dejó el salón perdido de migas de patatas, vaya.
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